Ángel Amboage. Premio a la excelencia académica (Grado en Antropología, UNED)

El asturiano Ángel Amboage Pola recibió el pasado miércoles, 21 de diciembre, el Premio a la Excelencia en los Estudios de Titulación de Grado en Antropología Social y Cultural, que convocó en la primavera de 2022 el Consejo Social de la UNED.

El reconocimiento, dado al egresado con mejor expediente de cada titulación, ha tenido lugar en Madrid en un acto público presidido por el rector Ricardo Mairal Usón.

Ángel, que estudió en el Centro Asociado de la UNED de Gijón, es, además, socio de la Asociación Asturiana de Antropología y Patrimonio Etnológico (ASAPE). Con esta ocasión, a la vuelta de las vacaciones, le hemos hecho una pequeña entrevista en la que le preguntamos sobre el premio, sobre él, sobre la antropología y sobre el futuro.

-En primer lugar, queremos felicitarte y darte la enhorabuena, Ángel. Nos dio una tremenda alegría cuando nos enteramos de que un socio de ASAPE había sido premiado. ¿Qué sentiste cuando te dieron la noticia?

– Muchas gracias. La verdad es que para mi fue una alegría increíble porque lo que supone, a fin de cuentas, es el reconocimiento a cuatro años de esfuerzo y, además, me remarca lo importante que es ponerle ganas a aquello que a uno le apasiona, aunque pueda salir mal o -como tantas veces oí- haya pocas probabilidades de vivir de ello. Cuando me encontré con la antropología mientras estaba terminando un ciclo formativo superior solo porque había que dar un paso tras el bachillerato, supe que ahí estaba lo que quería hacer y puse todo mi empeño en ello. Que después de cuatro años te digan que has sido el mejor expediente de la carrera la verdad es que sienta fenomenal porque no es algo gratuito, sino que viene de haberle puesto muchas ganas y sacrificio. Y bueno, imagínate que además de reconocerlo te den un premio económico que puedes invertir en cursos, libros, proyectos, etc. Para seguir creciendo como antropólogo. Toda una alegría, vamos.

-Hablas de seguir creciendo como antropólogo, ¿cuál es el camino que piensas recorrer después del Grado?

– Pues después de la carrera tuve claro que mi futuro profesional tenía que estar ligado a la antropología, así que me matriculé en el Máster de Investigación Antropológica y sus aplicaciones en la UNED, porque lo lógico era continuar la especialización, pero, como también creo que el futuro de la antropología pasa por salir más de la academia y reclamar su puesto como disciplina clave en el mundo del siglo XXI, hice el Máster en Antropología Empresarial que organiza UMANYX -una escuela de humanidades creada por Pablo Mondragón, de Antropología 2.0- en el que aprendí mucho sobre cómo aplicar las teorías y los métodos de aquella a los mundos del diseño, de la empresa y del marketing. Después he seguido formándome con cursos centrados en este potencial de la antropología para ver problemas, conocerlos en profundidad y crear soluciones gracias a ese gusto por el detalle, a esa mirada cercana y empática y a ese pensamiento holístico en ámbitos como el diseño de la experiencia usuario, la etnografía aplicada al diseño de experiencias y servicios o el diseño de futuros. Y bueno, ahora mismo tengo un contrato de prácticas dentro de eso que llaman gestión cultural y voy pensando y aterrizando temas para mi trabajo fin de máster con el que me pondré el año que viene. Supongo que después vendrá emprender como freelance dentro de esa antropología aplicada. Quizás doctorar. Tiempo al tiempo.

-Desde un punto de vista académico ¿cuáles son los temas que más te llaman la atención dentro de la antropología?

-La atención, la verdad es que me lo llaman muchos, pero en mi corta trayectoria académica diría que mis líneas clave diría han sido -y siguen siendo- los procesos de creación de sentido vinculados a la esfera íntima, la fotografía como condensador de significados y la performatividad del autorrelato. En el curso 2019-2020 recibí una beca de colaboración para trabajar con el grupo de investigación Cultura Urbana de la UNED y su proyecto Refiguring Intimacy y llevé a cabo una investigación etnográfica digital sobre jóvenes en Instagram que fue el Trabajo Final de Grado. En ella indagaba no solo en los usos, ritmos y modos sino, sobre todo, en los procesos de sociabilidad mediados por esa plataforma cuyo medio de comunicación principal es visual-fotográfico, en la performatividad identitaria que facilita su estructura y en esos procesos de multimidad, extimidad y ensanchamiento de la esfera íntima que a ella se vinculan. Y bueno, ahora mismo estoy aterrizando una investigación -que quizá sea luego trabajo fin de máster o tesis doctoral- sobre fotografías portátiles en smartphones para tratar de precipitar los sentidos vinculados al hacer, guardar, seleccionar, compartir, mirar y eliminar fotografías en ese soporte tan cotidiano, íntimo, presente y personal.

– Y, en lo que respecta a la antropología fuera de la academia, ¿qué posibilidades crees que ofrece a una persona recién egresada?

-Supongo que dentro de unos años podré responder mucho mejor a esto, que aún solo la conozco de oídas. Ahora mismo diría que esa antropología fuera de la academia tiene un aspecto bastante poliédrico, difícil de definir y acotar. Una vez oí a un profesor decir que la antropología y los antropólogos servíamos para todo y creo que tenía mucha razón. Esa idea nos define bastante bien. A nivel metodológico y teórico podemos estar en multitud de ámbitos aportando una perspectiva completamente diferente que parte desde esa visión holística y ese gusto por el detalle, por la profundidad y que nos permite desde ayudar a optimizar una empresa hasta contribuir en el diseño y la evaluación de políticas públicas. Todo centrándonos en las personas que encarnan y viven en ellas. También considero que fuera de la academia tenemos una gran asignatura pendiente que es la divulgación de esas contribuciones que hemos hecho y que podemos hacer al mundo contemporáneo tratando de hacer sus servicios, experiencias y productos -su vida- más centrados en las personas que los encarnan, sufren y viven. La verdad, es que creo firmemente en esa antropología de la que habla Tim Ingold en Antropología ¿para qué importa? Esa que se sienta al lado de alguien para escuchar atenta, horizontal y empáticamente todo lo que el otro tiene que contarnos acerca de su mundo con el fin de “crear una conversación en torno a la vida humana misma. Esta conversación, esta vida, no es solo acerca del mundo, sino que es el mundo. El mundo en el que todos nosotros habitamos” no solo para conocer el mundo, sí para problematizarlo, criticarlo y tratar de, humildemente, mejorarlo.

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