La Voz de Asturias publicó en su edición de 14 de diciembre de 2011 una entrevista con el antropólogo Adolfo García Martínez. Por si llegara a perderse el enlace, la transcribimos a continuación:
En 2008 ya publicó un primer tomo de Antropología de Asturias. La cultura tradicional, patrimonio de futuro, también con Ediciones KRK. Ahora Adolfo García Martínez, antropólogo y profesor de Antropología Cultural de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), regresa con una segunda entrega en la que, tras analizar los problemas que afectan a la sociedad rural asturiana tras los cambios sufridos en las últimas décadas, plantea propuestas de cara al futuro, a la vez que defiende la necesidad de mantener algunos de los valores de la ruralidad.
Despoblación, soltería masculina, emigración masiva de las mujeres, abandono del campo y vejez. Esa es la situación de la Asturias rural que usted describe en Antropología de Asturias II. El cambio: la imagen invertida del otro ¿Es un libro apocalíptico? ¿Tiene futura la cultura tradicional o cuando menos su conservación?
No, en la primera parte hago un análisis del cambio rápido y profundo y que lo lleva casi todo por delante, generando una crisis demográfica y un envejecimiento de la población. Siempre soy optimista y no soy una persona dogmática. Lo que hago después de haberme pateado Asturias son propuestas para la reflexión a la vista de un trabajo de campo, de la lectura del paisaje y de más de 600 lecturas de artículos y de libro.
¿Qué debate pretende abrir entre tradición y progreso, turismo rural, museos o el papel del campesino en la conservación del patrimonio tradicional?
El primer paso con la Asturias rural es estudiar ese patrimonio tradicional y además hacen falta planes de actuación que estén bien hechos. Hay que saber por qué no funcionan las cooperativas o por qué algunos proyectos diseñados para el medio rural luego fallan cuando se aplican.
¿A qué lo achaca usted?
Nuestra cultura tradicional tiene todavía un impacto negativo: aún es sinónimo de subdesarrollo. Pero necesitamos recuperar este patrimonio porque nuestra sociedad actual posmoderna necesita de muchas de esas pautas que estamos queriendo tirar como el agua sucia. Subrayo muchas pautas que son interesantes para nuestra sociedad incluso urbana.
¿De qué pautas habla?
Hablo de las relaciones intergeneracionales, de las relaciones con la naturaleza, que se ajustaban a los ciclos naturales para producir productos de calidad. Hemos rotos con esos ciclos y hoy los productos son de bajísima calidad.
¿Equipara usted progreso a abandono de la tradición, ¿no hay nada positivo?
No. Pensar eso es un error de bulto. Lo que sucede es que no hay un progreso sostenible si no es hay una combinación de continuidad y de cambio, de tradición y de modernidad. Hay que partir del suelo que hay y corregir. Evidentemente las sociedad tradicionales tenían un montón de defectos, deficiencias y privaciones.
¿Estamos abocados a tener hoteles y casas rurales en un medio despoblado y sin vida?
El turismo rural no tiene sentido ninguno si no se conserva este patrimonio. No habrá turismo rural sostenible si no hay un espacio rural humanizado.
Usted se muestra crítico con la política de conservación por lo que afecta a la actividad tradicional.
Es que muchas actuaciones están pensadas solo para el turismo. Hay prohibiciones estúpidas hechas desde los despachos. Si en Picos de Europa no hay pastores, o no no hay trashumancia en las montañas de Somiedo, Quirós o Teverga, esas propuestas fracasarán también. Hay que conservar a la población autóctona. Por supuesto que hay que conservar el paisaje y tener normas, pero bien diseñadas para que no haya cabreos ni aburrimiento. Si no hay espacio humanizado, el espacio es fúnebre, aunque haya un ejército de guardas. Los conservacionistas han metido la pata porque incluso han querido expulsar al campesino de su propio medio y acabar con sus formas de vida en nombre de un conservacionismo estúpido y vacio.
Plantea usted subvenciones a la actividad campesina, pero ya las hubo y no han frenado la sangría demográfica del campo asturiano.
Hay que apoyar las explotaciones de tipo familiar, que son las que realmente conservan el paisaje. Una ganadería con 200 o 300 cabezas no solo no conserva paisaje, sino que lo deterioran. Defiendo explotaciones de 25 o 30 cabezas que pueden ser manejadas por una pareja y de unas subvenciones que les permitan vivir. Ese modelo de explotación familiar sí conserva el paisaje y controla sus residuos. Hay que ir a un modelo de economía mixta y diversificada, con la agricultura o la ganadería como soporte principal y donde el turismo es una actividad más.
¿Por qué unas nuevas subvenciones pueden ayudar?
Las ayudas son un arma de doble filo. Pueden ayudar a fijar población o matar la imaginación. No se trata solo de dar subvenciones por tener una vaca con una chapa. Esas ayudas deben implicar a su vez que hay que conservar el paisaje, estabular el ganado o limpiar caminos.
Asegura usted que el quid del problema está en el empleo femenino rural, ¿por qué?
Ha habido una huida masiva de la mujer joven del mundo rural y Asturias está llena de hombres solteros
Habla usted del final de la belle epoque deslumbrante de la globalización. La crisis, ¿puede ser una oportunidad para el medio rural, puede promover un retorno a las actividades agrícolas y ganaderas?
Qué más quisiera yo. Qué bueno sería que los parados o que los inmigrantes se vinieran al medio rural. Algunos ayuntamientos estarían dispuestos a proporcionarles tierras. Pero hay un problema difícil de resolver y es que el medio rural está todavía estigmatizado. Hay que cambiar muchos chips y volver a una imagen antropológica más tridimensional. Hay atisbos de cambio. En algunos casos el hombre de la ciudad busca mejorar y completar su propia identidad en el medio rural y busca esas cosas en el turismo rural, pero al mismo tiempo el hombre del medio rural busca la imagen del otro. Y se da esta inversión, unos van y otros vienen
Usted apuesta por la cultura tradicional como patrimonio de futuro cuando hay gente que lo desprestigia hablando de gaita y tambor ¿Valoramos más cualquier manifestación artística o actividad cultural que nos venga de fuera que lo propio? ¿Por qué?
En Asturias, una región tan rica como esta no hay ni un área de conocimiento de antropología o etnografía. La de Oviedo debe ser la única universidad de todo el país en la que eso no existe. Es necesario el estudio, la recuperación y la difusión del patrimonio tradicional. La antropología es una especialidad apasionante.
¿Cómo afecta el despoblamiento del medio rural en su trabajo?
Que nos quedamos sin informantes. Los mejores libros sobre nuestras tradiciones están en los cementerios sin haberlos leído y el paisaje, que es el otro libro en el que cada comunidad va escribiendo su historia, está emborronado y casi no se lee. Y las sociedades rurales lo transmitían todo por vía oral.
¿Qué opina de actos que proliferan por Asturias en los que se recrean algunos aspectos de la vida rural?
A menudo creemos que hacemos las cosas bien, pero si eso no encaja en el marco general de la cultura de la comunidad, eso se diluye y se convierte en una vulgarización y lo que acabas es convirtiendo a los nativos en actores para hacer un amagüestu o una esfoyaza. En ocasiones hay una falta de rigor. Ya lo he dicho, no se trata de obligar a volver al carro chillón, o a usar escarpinos y madreñas. Se trata de combinar tradición y modernidad.
¿Tiene futuro la Asturias rural?
Se está dando por toda Asturias algunos fenómenos en los que, con un cierto equilibrio, las actividades ganaderas se combinan con otras: artesanales, silvícolas, turísticas o de otro tipo, sobre todo en ganaderías de carne donde suelen combinar esas dos actividades y eso genera población. Pero habrá que esperar a ver qué pasa para hablar, o no, de continuidad. Ahora bien, en la situación actual de crisis y sin perspectivas de salida, probablemente algunos que pensaba en vender el ganado y cerrar la cuadra, igual se queda. Y eso puede ser un motivo de reflexión, pero el mejor argumento que podemos llevar para tratar de recuperar el mundo rural sería un buen estudio de su forma de vida, y por supuesto, evidentemente, con todos los adelantos tecnológicos modernos: internet, carreteras, teléfonos móviles, medicina…. Lo que no podemos hacer es llevar la cultura urbana al medio rural porque aunque pueden dialogar, son dos culturas distintas. La cultura rural debe ponerse en aquellos lugares donde las cosas adquieren prestigio: en la televisión, la prensa, la radio, en los libros, en los currículos académicos. Es necesario que haya investigadores.
Usted apuesta por el modelo del ecomuseo frente al museo etnográfico tradicional.
Se trata de recuperar las cosas allí donde nacieron, de mantener las relaciones entre espacio y cultura, de fomentar el senderismo y de generar recursos. El edificio sería el paisaje y la colección ese patrimonio. Los museos tienen muchas funciones, la primera de ellas la de recuperar ese patrimonio. Pero un museo no puede ser una colección de cachivaches, que los hay. Tiene que tener un discurso y decir cómo vivía la gente, tener socialidad.
¿Cuánto tiempo lleva trabajando en este libro?
El trabajo de campo lo inicié a finales de los 80. Los últimos años han sido de lecturas, de reflexión. Lo que se refiere al proceso de redacción del borrador se reduce a los últimos 14 meses Han sido muchas horas de trabajo.